La música culta está hecha exclusivamente para ser oída, a diferencia
de otras músicas adjuntas a otras formas de entretenimiento (la música de cine
es ejecutada a veces en salas de concierto). Los conciertos de música
clásica suelen tener una atmósfera solemne, se espera que el público
esté en silencio para evitar distraer al músico y los oyentes. Los
intérpretes de ordinario visten de manera formal, una práctica vista
como un gesto de respeto para la música y el público; y tampoco
interactúan directamente o bromean con el público. Lecturas privadas de música de cámara pueden tener lugar en ocasiones domésticas más informales.
Como en las bellas artes, la música clásica aspira a comunicar una
cualidad trascendental de la emoción, que expresa algo universal acerca
de la condición humana. Si bien la expresión emocional no es una
propiedad exclusiva de la música clásica, esta honda exploración en la
emoción permite que la mejor música clásica alcance lo que ha sido
denominado lo «sublime» en el arte. Muchos ejemplos pueden citarse para
demostrar esto. Por ejemplo, la musicalización del poema de Friedrich Schiller "Oda a la Alegría" en la Novena sinfonía de Beethoven, que suele interpretarse en actos de independencia nacional o de celebración, como aquella famosa ocasión en que la dirigió Leonard Bernstein
para celebrar la caída del Muro de Berlín, y la tradición japonesa de
tocarla para celebrar el Año Nuevo. Sin embargo, otros compositores,
como Iannis Xenakis,
argumentan que el efecto emocional de la música en los oyentes es
arbitrario y que, por lo tanto, la complejidad objetiva o el contenido
de información de la pieza es lo supremo.
A lo largo de la historia, los padres se aseguraron que sus hijos y
familiares fuesen instruidos en la música culta desde muy temprana edad.
Un experiencia musical temprana daba las bases para un estudio serio
posterior. Para aquellos que deseaban ser ejecutantes, cualquier
instrumento es prácticamente imposible de aprender a nivel profesional
si, o al menos un instrumento similar, no eran aprendidos desde la
infancia. Algunos padres buscaban la enseñanza musical por razones
sociales o en un esfuerzo por impartirles un útil sentido de la
auto-disciplina; las lecciones parecen mostrar también un incremento en
el desempeño académico. Algunos consideran que el conocimiento de las
obras de la música clásica es parte de una buena cultura general.
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